La cobertura periodística que nunca quise hacer
Puerto Príncipe: Ese miércoles 13 de enero, como casi siempre, me levanto de la cama con el interés de hacer las tareas que cada quien tiene en la vida. Pero ese día no es uno más. El país se ha despertado con la terrible noticia de que nuestros vecinos haitianos están sumergidos en la más terrible y espantosa catástrofe en la que hayan pasado en toda su historia.
Ya sabemos de esa situación, porque el martes 12 fue el día que ellos fueron azotados por el terremoto de 7.3 de la escala de Richter, y nosotros padecimos los efectos de ese fenómeno natural (producto de eso aquí tembló la tierra, pero gracias a Dios no hubo que lamentar. Sólo susto y un correcorre).
La cadena de noticias internacionales CNN daba cuenta de esa situación, y por el susto del día anterior, tanto yo como mi compañero de trabajo (el subdirector Miguel Ortega) nos quedamos trabajando hasta pasado la media noche, en lo que tiene que ver con el temblor de tierra en nuestro país y la cobertura noticiosa que como portal informativo, del Gobierno Dominicano, el Centro de Información Gubernamental (CIG) teníamos que dar a la población.
Nos comunicamos cerca de la media noche con nuestro jefe, señor Omar Liriano, director del CIG, y acordamos irnos para Haití, por lo que ese miércoles temprano comenzamos a preparar equipaje y logística para ir al lugar de los hechos (como todo periodista que busca la noticia desde el mismo lugar).
El equipo, que nos acompañará hacia Haití, está listo. El subdirector Miguel Ortega, el camarógrafo Iván Comprés y Julio Holguín emprendemos la partida.
Eran más o menos las 8:00 de la noche cuando salimos de las instalaciones del Centro de Información Gubernamental (CIG).
Llegamos a la ciudad de Jimaní pasado la media noche. Les preguntamos a un señor (cosa rara que en el campo estén despiertos a esa hora) dónde quedaba el Comando de Operaciones que el Presidente Leonel Fernández había creado por decreto para ayudar a la vecina nación, por lo que nos dijo: “Ustedes están a dos esquinas de ese lugar. Sigan derecho y donde vean muchas gentes ahí se quedan”, nos dijo la persona.
Cuando llegamos al lugar del centro de operaciones, ya sabíamos lo que nos esperaba para el día siguiente. Nicolás Calderón, administrador de los Comedores Económicos nos recibió con la siguiente frase: “Esta es la tercera vez que llevo comida a Haití por aire. Ahí no hay quién entre por tierra”.
Bueno, como llegamos cansados del viaje, y después de ese recibimiento, lo lógico era que nos fuéramos a descansar. Después de varios minutos de espera, nos dice Calderón que el no tiene donde dormir, por lo que los invitamos a él y el equipo que les acompañaba, que nos fuéramos juntos a buscar dónde dormir.
Ya previamente antes de llegar a la ciudad de Jimaní, habíamos visto un pequeño motel, por lo que decidimos ir hacia ya a ver si había disponibilidad, y efectivamente así fue.
Ya al otro día (a las 7:00 de la mañana) decidimos empezar la tarea nuestra. En el Comando de Operaciones era todo un hervidero humano a esa hora. Era entendible. El Presidente iba a visitar ese lugar para que el jefe del comando les diera un informe de la situación de Haití.
Pero se vario la situación. El Presidente ya no iría a ese lugar. Sino a Puerto Príncipe. Como la gran cantidad de medios de comunicación hacía que nos trasladarán a todos por aire a esa ciudad, entonces decidimos irnos por tierra. Le dijimos a Fernando Marte, de CDN, que les íbamos a seguir, porque el chofer que les acompaña, era el que sabía llegar a Puerto Príncipe, por lo que dijo que estaba bien.
Cuando empezamos la salida hacia Haití, vimos llegar a Ramón Pérez Reyes, periodista del Listín Diario, y le dije: Sígueme, vamos para Puerto Príncipe, no sin antes decirle en chanza que si Miguel (Franjul) te ve, te bota del periódico (estaba en pantalón corto).
Pues, bien, seguimos nuestra ruta. Al llegar a Puerto Príncipe comencé a ver lo que me suponía. Cadáveres en cada esquina, con sábanas. La gente caminaba sin rumbo. No sabían hacia donde ir. Iban con ropas en pequeños bultos de manos (lo que tuvieron la suerte de sacar algo).
La gente lloraba. La ciudad era un caos, un desastre. La comitiva de prensa no podía avanzar, porque las calles eran un “tapón”. Las casas, pequeños edificios, supermercados, tiendas, plazas comerciales estaban destruidas. En los escombros palpamos cuerpos de personas mutilados por parte (manos, cabezas, piernas y todo cuanto el lector se pueda imaginar del cuerpo humano).
Todas las edificaciones estaban en el suelo. Sólo vimos una (la del edificio de la compañía dominicana Fonder y Asociado) que estaban siendo removidos sus escombros, porque se presumía que había cuerpos con vidas ahí.
Las madres lloran a sus hijos. Vimos gritar a una señora que su hijo de tres meses de nacido no aparece y ella dice que está en los escombros donde vivía.
Con el transcurrir del día ya podemos oler los cuerpos putrefactos de las personas fallecidas. Había que estar ahí para ver ese drama. Nunca me imagine que eso era así. Sabía que la situación no era fácil, pero nunca pensé que era así.
La gente desesperada se paraba en cada esquina (en solares vacíos se apiñaban cadáveres y se hacia una morgue) a ver si ahí estaba un hijo o familiar.
En el rostro se les veía a ellos que estaban en “shock”. No podían creer lo que estaba pasando. En Puerto Príncipe no quedó edificación bueno. Todo se fue. Palacio de Gobierno, escuelas, hospitales, universidades e instituciones públicas.
En mis años de ejercicio periodístico nunca había visto algo parecido. confieso que esta es la cobertura periodística que nunca quise hacer. Ni siquiera cuando me toco cubrir el derrocamiento del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, donde el área en la que estábamos era tierra de nadie.
Manuel Rodríguez
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